La arquitectura de Alejandro de la Sota adopta una posición inequívocamente moderna desde el inicio de la década de los años 1950, pero no será hasta la segunda mitad de la misma cuando se decante por la abstracción más explícita, que la caracterizará desde un punto de vista conceptual y estilístico. A la etapa anterior a esa aparente ‘renuncia’ a las cualidades expresivas de la forma, pertenece la Casa Arvesú (Madrid, 1955). Esta obra parece participar de la voluntad por destruir la caja y abrir el espacio enunciada por Frank Lloyd Wright. Precisamente, el organicismo postulado por el maestro americano preside la mayor parte de los proyectos y obras de Sota desarrollados a lo largo de la primera mitad de la década de los años 50. Si el nacimiento de la cultura arquitectónica plenamente moderna se debate entre la adopción del orden de la Máquina o el de la Naturaleza como fuente de inspiración creativa, los primeros pasos de Sota siguiendo la estela moderna se decantan hacia la segunda opción. Y si bien la vanguardia artística vinculada a la creación arquitectónica durante el período de entreguerras interpreta sesgadamente la obra de Wright, subrayando su concepción espacial y eludiendo sus cualidades ornamentales y figurativas, la perspectiva histórica de la que ya dispone Sota para aproximarse a su legado le permite realizar una síntesis más completa.