Son muchos los retos del siglo XXI que la universidad debe cuestionar: la globalización, la sociedad del conocimiento, las desigualdades, la digitalización e inteligencia artificial, el mestizaje de nuestras sociedades, el desafecto de la ciudadanía hacia los poderes del Estado e instituciones, la sostenibilidad de los sistemas económico, social y medioambiental, y los cuidados ante la fragilidad y la vulnerabilidad humana (Escámez y Peris, 2021).
En este capítulo partimos del interrogante: "¿Para qué la formación inicial y permanente?”, donde se pone de relieve la importancia de una formación que va más allá del logro de conocimientos disciplinares y se centra fundamentalmente en la adquisición de competencias profesionales. En este caso nos centramos en la formación docente universitaria; concretamente, en el desarrollo de la competencia en educación inclusiva. Por tanto, este capítulo pretende contribuir a algunos de los desafíos que tiene por delante el profesorado universitario como es el de promover una investigación que sea realmente inclusiva para garantizar la justicia y la equidad social en el proceso de elección del foco de estudio, en las relaciones con los participantes y en el uso que hacemos de la información. Y cerramos el mismo con una experiencia de investigación-acción participativa (IAP) en el CEIP La Parra (Málaga), que está contribuyendo a la mejora y transformación de la realidad.