Entre los jóvenes de buena familia del Reino Unido
existía la costumbre, con ejemplos anteriores pero
extendida en el setecientos y los primeros compases
del siglo XIX, de completar los estudios superiores
con un viaje formativo por Europa. España, un país
desprestigiado en todos los órdenes, no entra hasta
el ocaso del dieciocho en los circuitos frecuentados
por los herederos de las élites británicas
, que optan
por destinos habituales como Francia y, sobre todo e
inevitablemente, Italia, destino último de esta senda
iniciática que se ha venido en llamar Grand Tour
.
Pese a todo, unos pocos e intrépidos ingleses viajan también, o en exclusiva, por la Península Ibérica
para satisfacer su curiosidad y avidez intelectual
, y
en muy contadas ocasiones tienen el arrojo de adentrarse en la inaccesible y deprimida Galicia
.