Frente al desarrollo "uniforme" que adquiere el territorio meridional de la Cartaginense durante época romana, pivotando, como tantas otras áreas, en torno a villae que se erigen en centros de ocupación y explotación del medio rural, a partir del siglo II se advierten importantes cambios. De forma pareja a la coyuntura involutiva que experimenta Carthago Nova, su hinterland más cercano entra en recesión, en tanto que, por el contrario, otras zonas, como el Altiplano Jumilla-Yecla, encuentran su desarrollo. Para el siglo IV, al resurgimiento de la urbe, se unirá la reactivación del conjunto de villae del Sureste, erigidas ahora como verdaderas urbes in rure. No obstante, ya a mediados del siglo V se advierte una crisis en este modelo de vertebración del paisaje, que culminará durante las siguientes centurias, alumbrando nuevas formas de ocupación.