La crítica cinematográfica española viene enfrentándose a sucesivos retos durante los últimos veinte años. A partir de los años 90, dos factores fundamentales introduces tensiones apreciables en el discurso de la crítica cinematográfica española. De una parte, el acceso a la producción de nueva hornada de directores jóvenes, con referentes y gustos culturales que difieren sustancialmente de los mantenidos por el status quo cinéfilo establecido en el campo de la crítica desde la transición democrática. Y de otro lado, y de modo complementario, la irrupción de una nueva generación de críticos con un discurso más iconoclasta, que van haciéndose con espacio público e influencia y que, desde una posición más cinéfaga que cinéfila, ejercen de valedores de las nuevas propuestas estéticas en el cine español.