Ahora, como nunca antes en la historia de la música, hay diferentes sistemas de reproducción, almacenamiento y distribución de música grabada. La grabación, como un sistema de representación del sonido, es una de las tecnologías que ha experimentado una considerable evolución y sofisticación a lo largo del siglo XX. Esto significó la apropiación y la racionalización de la producción musical bajo la dirección de la industria discográfica emergente, y la organización de las culturas musicales en las clasificaciones de este sistema de explotación comercial. Asimismo, significó el ocultamiento de la música como una experiencia colectiva y sus diversas expresiones culturales. Es cierto que con el advenimiento de la digitalización se inició el declive de la industria discográfica y de los sistemas de gestión de derechos de autor diseñados para plataformas analógicas, pero poco a poco está surgiendo un sistema distribución musical, con nuevos modelos de negocio para las grabaciones de música en formato MP3. Ahora parece que cada uno de nosotros habitamos en mundos sonoros privados y encapsulados en auriculares. Tal es el paisaje sonoro cotidiano de la sociedad contemporánea. Si a veces emerge en la calle el sonido de la música como una experiencia viva de interacción humana, no es el resultado de un fenómeno tecnológico, sino de una realidad social, económica y política, como es la inmigración. Sería necesario analizar (y escuchar), más allá del estereotipo del “top manta" y de los estigmas del racismo y la marginación, los espacios de audio que la inmigración constituye, y que ahora son parte del paisaje sonoro de las ciudades modernas.