El lenguaje inclusivo (no sexista) se gesta en España paralelo a la Constitución
del 78. Es una consecuencia más del Movimiento de Liberación de las Mujeres (Women’s Movement) que, desde los años sesenta, venía promoviendo, a
nivel internacional, la investigación sobre género y lenguaje, sobre todo desde
la Sociolingüística y el Análisis del Discurso (West, Lazar y Kramarae, 2000;
Wodak, 2015, Guerrero Salazar, 2020a). Surge así la lingüística feminista, uno
de cuyos objetivos es buscar alternativas igualitarias a los usos discriminatorios,
alternativas que a partir de los años ochenta son impulsadas por normativas
internacionales y nacionales que recomiendan el uso igualitario del lenguaje a
nivel institucional y que fomentan guías y manuales de uso no sexista del lenguaje. La puesta en marcha de todas estas medidas inicia un debate, de gran
repercusión en los medios de comunicación (Guerrero Salazar, 2019a y 2019b),
que sigue vigente en la actualidad, donde ha cobrado fuerzas gracias a las redes
sociales (Guerrero Salazar, 2019c).