En 2009, durante el rodaje de Los abrazos rotos, Pedro Almodóvar dirige un cortometraje cómico, La concejala antropófaga, pretexto para un juego de reescritura paródica y emblemático de las conexiones transtextuales que se establecen en toda la producción almodovariana. Este artículo se propone esbozar un análisis del relato fílmico desde la perspectiva grotesca bajtiniana. Se tratará de determinar en qué medida sexo, política y canibalismo se conjugan para forjar una figura grotesca propicia a una celebración de la materialidad del cuerpo, celebración teñida de sátira política. El personaje de la concejala golosa, cocainómana y ninfómana se caracteriza por una tendencia al desbordamiento –físico y verbal– y un exceso de vitalidad sintomáticos de la relación dialógica que ella mantiene con el mundo. Figura humana con vigor sobrehumano, aparece como un ser híbrido y monstruoso, un organismo excéntrico en
el sentido grotesco del término, ansioso de devorar literalmente el mundo. Tal exaltación del cuerpo grotesco se plasma en un monólogo a medio camino entre la confesión íntima y el discurso político, verdadera sátira de la retórica derechista.