Existe un consenso generalizado entre los docentes, en el sentido de que la lectura fluida es una de las destrezas más importantes a desarrollar en los primeros años de escolaridad. Sin embargo, no existe una definición clara del constructo fluidez lectora en el ámbito de la investigación y en el medio escolar que oriente la práctica en este aprendizaje y su evaluación. Mientras algunos especialistas apoyan una definición simple de la fluidez lectora basada en la velocidad lectora, otros plantean que la lectura prosódica, relacionándola con la lectura expresiva. En este artículo reflexionamos acerca del hecho de que una lectura veloz no siempre es sinónimo de lectura fluida, y que el énfasis que tradicionalmente se ha puesto en la velocidad al leer en las escuelas –un aspecto singular de la lectura fluida-, ha llevado a muchos docentes y alumnos a pensar que leer con fluidez es leer deprisa.
Valoramos también la importancia de una evaluación formativa que promueva la coevaluación y la autoevaluación, para que los lectores obtengan un conocimiento exacto de cuáles son las demandas que se le exigen para llevar a cabo una lectura fluida, y sean capaces de controlar su propio aprendizaje. Finalmente, abogamos por el uso de la rúbrica, como un instrumento de evaluación cualitativa y formativa, para guiar el proceso de evaluación de la fluidez lectora.