Nuestra sociedad se encuentra inmersa en la adaptación a un nuevo marco derivado de condicionantes socio-demográficos, epidemiológicos y culturales, que han determinado un aumento progresivo de la necesidad de cuidados a personas en su domicilio.
El envejecimiento es en gran medida responsable de una mayor dependencia y necesidad de cuidados en nuestra era.
La composición y funcionalidad de las familias, así como la influencia del género en la función familiar, constituyen elementos cruciales en la necesidad de cuidados domiciliarios, la mayoría de ellos dispensados por no profesionales.
En la asignación de los roles de cuidados entre los miembros de las familias se presenta un claro sesgo de género, que tiene su origen en valores arraigados culturalmente.
El proceso de conversión del familiar en cuidador o cuidadora es progresivo,
puede durar años, va minando la salud física (espacios poco adecuados para el cuidado, movilizaciones sin ayuda…) y psicológica (carga mental plena de incertidumbre, ansiedad, inseguridad, responsabilidad…etc) de quien ejerce este papel y ocasiona con frecuencia empobrecimiento social (pérdida de relaciones sociales, dificultad para continuar o iniciar actividades laborales, impacto en las relaciones con el resto de miembros de la familia) y una irrevocable merma en la calidad de vida.
En España la Ley 39/2006 del 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia, creó un nuevo derecho subjetivo de ciudadanía en el Estado español: el derecho de las personas que no pueden valerse por sí mismas a recibir la atención necesaria por parte de los poderes públicos .
Este estudio pretende conocer en primer término cual es el perfil de las personas cuidadoras familiares de dependientes moderados y severos que solicitan ayudas a través de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia en Andalucía y en segundo término pretende conocer como evoluciona la salud mental, la sobrecarga, la calidad de vida y la utilización de servicios de salud en estas personas cuidadoras familiares que esperan recibir ayudas para la dependencia.
Objetivo
Analizar la salud mental, sobrecarga, calidad de vida y utilización de servicios de salud de los cuidadores familiares de personas dependientes que solicitan ayudas de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia en Andalucía.
Método
Estudio analítico longitudinal multicéntrico de seguimiento de una cohorte de 448 personas cuidadoras familiares.
Resultados
Nuestro estudio revela que el 78,6% de las personas cuidadoras son mujeres, de edad media 57,25 años, llevan de media 2,45 años cuidando a su familiar dependiente, el 80% de la muestra dedica más de 9 horas diarias al cuidado y son más del 58% los que dedican más de 20 horas diaria, tienen principalmente estudios primarios, además del trabajo de cuidar, la ocupación principal es ser ama de casa.
Las cuidadoras padecen signos de depresión (48%), ansiedad (63%), y una gran sobrecarga (58%) y esta se mantiene a lo largo del seguimiento.
Padecer sobrecarga eleva 5,5 veces el riesgo de sufrir ansiedad, tener depresión 4,8,
ser mujer 2,4, tener una renta mensual por encima del salario
mínimo interprofesional 1,8, y por el contrario la cuidadora que
tiene entre 31 y 50 años, tiene el 34% menos de riesgo de padecer
ansiedad que el resto de grupos etarios.
sufrir ansiedad
eleva 5,3 veces más el riesgo de sufrir sobrecarga, la depresión 3,1, tener un nivel más bajo de renta eleva el riesgo, estableciéndose la
mayor diferencia en la cuidadora sin ingresos que tiene 3,7 veces más
riesgo de padecer sobrecarga, por el contrario el bajo nivel de estudios se
posiciona como marcador protector, la cuidadora analfabeta, sin estudios o
con primarios tienen un 20% menos de riesgo de sufrir sobrecarga que las
que tienen estudios secundarios o universitarias. La cuidadora de un
familiar con deterioro cognitivo, tiene 1,9 veces más riesgo de sufrir
sobrecarga.
Ser mujer cuidadora supone un riesgo 2,4 veces mayor de sufrir depresión,
tener ansiedad un riesgo 4,9 mayor, sufrir sobrecarga 2,8 mayor y de
nuevo estar en el tramo de edad de 31 a 50 años se posiciona como
elemento protector con el 44% menos de riesgo de sufrir depresión.
Conclusiones:
La mujer constituye la piedra angular sobre la que descansa la provisión de cuidados informales, con una edad media de 57 años, estudios primarios, ama de casa, sin trabajo remunerado, con
ingresos por debajo del salario mínimo interprofesional y dedica más de 9 horas diarias al cuidado.
Estas mujeres desempleadas, con tan escasos recursos económicos, no tienen la opción de elegir el rol, sino que se ven abocadas al mismo ante la aparición de un evento en el entorno familiar en el que un miembro de ella debuta con una demanda de cuidados, generándose un vínculo coyuntural “cuidadora-paciente” que termina convirtiéndose en definitivo, una vez instaurado.
Presentan elevados signos de ansiedad, depresión, sobrecarga y una percepción de mala calidad de vida relacionada con la salud, y esta situación se mantiene en el tiempo, siendo mayor en mujeres, en las que más horas dedican al cuidado, amas de casa y las que tienen estudios primarios.
La simultaneidad de roles genera peor salud mental y mayor sobrecarga en las personas cuidadoras, ya que se enfrentan a mayores desafíos emocionales derivados de las dificultades del equilibrio de la prestación de cuidados, de otras obligaciones familiares y de las laborales.
A pesar del efecto que produce el cuidado en la salud mental de las cuidadoras, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos es bajo, por lo que la mayoría no reciben tratamiento farmacológico para estos trastornos.
Las características del familiar cuidado, principalmente la dependencia y el deterioro cognitivo, elevan los niveles de ansiedad, depresión y sobrecarga en las personas cuidadoras.
La frecuentación a consultas de Atención Primaria está por debajo de la media nacional, siendo la enfermera de familia el profesional de más visitado y son las personas de mayor edad, que dedican más horas al cuidado y con mayores niveles de ansiedad las que más
acuden a los equipos de Atención Primaria.