Málaga por su condición de puerto de mar constituía un punto de encuentro de individuos de procedencia diversa: soldados destinados a la Armada o a los presidios, forasteros, transeúntes, gentes de dudosa catadura moral que dificultaban la coexistencia pacífica de los ciudadanos. Para evitar la conflictividad social la Justicia malagueña imponía severas penas a los transgresores, incluida la pena capital, necesaria para aleccionar a los presentes, vecinos y forasteros. Un flash del imaptos social de estas ejecuciones la encontramos reflejadas en unos dibujos marginales de las actas de defunción de la parroquia del Sagrario.