El esfuerzo de las autoridades romanas por integrar bajo un marco cohesionado la compleja identidad de los distintos pueblos del Imperio supuso un ejercicio de reflexión y ejecución que en el terreno del pensamiento religioso necesitó sumar mucho y restar lo menos posible. El culto solar fue uno de los puntos de apoyo más firmes por conseguir un <status quo> lo más integrador posible, incluso más que el propio culto imperial al que se sumó de una u otra forma. Fue un camino a veces fuertemente traumático en el que destaca el enfrentamiento con el cristianismo, pero no sólo con él. Una lenta y no siempre reconocida contaminación por ambas partes acabó por dar una solución oficialmente aceptable. La ambiguedad de lo que cada parte entendía respecto al culto del Sol, Invictus, fue la clave de la solución.