En un periodo histórico (1923-1930) marcado por la represión del movimiento obrero y el fortalecimiento del papel de la Iglesia en la defensa de la moral social, los sindicatos agrícolas -católicos o no- fueron para los gobernantes un valioso instrumento de control y subordinación del campesinado malagueño. Gozando de beneficios fiscales y ocupando espacios públicos negados al sindicalismo de clase, los sindicatos agrícolas difundieron en el ámbito rural valores como la armonía social y la propiedad. Sus conexiones con la Unión Patriótica y su incidencia en las comunidades agrarias locales (cooperativismo, crédito, enseñanza, religiosidad popular...) quedan desveladas en estas páginas.