A excepción del socialista Pablo Iglesias, no hemos hallado ningún otro líder del sindicalismo de clase a quien se homenajeara durante la Dictadura de Primo de Rivera mediante celebraciones que implicaran apoderarse simbólicamente del espacio público. Probablemente la razón fuera el deseo de borrar para la posteridad la imagen, el rastro, la memoria de los vencidos. Los honores y recompensas materiales estaban reservados a otros. Los patronos-patria, los héroes del trabajo, imbuidos de los conceptos de tiempo productivo, disciplina y competitividad defendidos en las campañas de moralización emprendidas por el régimen, recibieron en estos años múltiples distinciones y agasajos que los convertían en modelos a imitar por sus conciudadanos. Asimismo, servir a la comunidad, contribuir a un bienestar social cohesionador e integrador, era otra de las alternativas ofrecidas por los gobernantes a aquellos españoles que aspirasen a obtener galardones laborales.