Maquiavelo es un personaje contradictorio; admirado y objeto del rechazo más generalizado. Las contradicciones se agravan en España por razones religiosas que llevan a identificar maquiavelismo con inmoralidad y ateísmo. Gran conocedor de la realidad sociopolítica de su tiempo, su pensamiento se hace imprescindible, pero su influencia no se puede asumir en una sociedad fuertemente integradora desde el punto de vista moral. Tácito lo suple al no peligrar las tradiciones y los planteamientos morales, aún manteniendo el carácter naturalista. En él se busca la "Buena Razón de Estado", frente a la "Mala Razón de Estado" de Maquiavelo que implica separación e independencia entre política y moral.